En la zozobra de la ya larga crisis económica y de valores que nos viene azotando desde hace años debemos preguntarnos por cuál será el mejor camino para cruzar hacia otro entorno más próspero.

Les adelanto una confidencia: tengo esperanza, confío y estoy convencido que más pronto que tarde veremos un desconocido paraje al abrigo de hombres y mujeres pertrechados con nuevas energías, con valores renovados y reforzados, predispuestos a encarar nuevas etapas vitales y profesionales, más felices, más prósperas.

Voy a explicarles el porqué de esta positiva premonición que acabo de esbozarles.

Todos los que nos dedicamos al mundo de la empresa, de los negocios, de la abogacía, bien sea como profesionales independientes o trabajando por cuenta ajena en estos sectores relacionados podemos apreciar cómo está emergiendo con fuerza una nueva generación de jóvenes entusiastas que reman frente a la adversidad con diferentes armas a las utilizadas por nuestras generaciones pasadas, pues han amoldado aquéllas a las nuevas adversidades de hoy.

Ya se conoce que son la generación mejor preparada en España (en su mayoría son universitarios, tienen formación de postgrado, hablan varios idiomas, etc.), y tienen, a mi modo de ver, un sello distintivo más allá de esta preparación académica. Los hombres y mujeres jóvenes que hoy llaman a nuestras empresas, a nuestros despachos de abogados, traen un mensaje esperanzador.

El mensaje de los jóvenes de hoy puede que no se vea a primera vista, sobre todo si no les prestamos un poco de atención o no reparamos bien en los detalles de sus gestos o en el modo de su comportamiento.

Piensen, vean con detalle a uno de estos jóvenes que está llamando cada día a la puerta de su empresa o de su bufete. Ahora, díganme, ¿no perciben miradas y gestos especiales?; ¿no leen de esos jóvenes un espíritu de humildad pero al mismo tiempo de coraje ante tanta dificultad en sus caminos?

Yo sí veo este nuevo mensaje que llevan hoy en día muchos jóvenes pegados en sus mochilas de sueños e ilusiones. Cuando llegan sus currículum veo que estos jóvenes del siglo veintiuno están muy bien preparados, pero lo que leo de todos ellos no está escrito, no figura en ninguno de los másteres o títulos universitarios que allí describen, esa lectura está “encriptada” y para entenderla, para descifrar su mensaje hay que mirarles a los ojos.

Cuando miren a los ojos de estos aspirantes a comerse el mundo, aguanten sus miradas unos segundos; cuando lo hayan hecho sabrán el porqué de esta esperanza que yo presumo.

Mientras algunos deambulan con la cabeza baja y mirada triste por caminos pusilánimes, sobre infinitas sendas de pesimismo y derrotismo ante el azote de estos tiempos de crisis económica, otros, los más jóvenes, parece que se adentran por nuevas rutas expeditas, no exploradas por aquéllos. Las rutas que quieren abrir estos jóvenes conducirán a ese paraje de prosperidad y felicidad que antes les comenté.

Pero, ¿cuál es el mensaje que traen estos jóvenes?, ¿qué dicen con sus miradas y callan con sus palabras?

Esta es la clave, queridos lectores, para entender por qué aún hay esperanza, por qué, más pronto que tarde, caminaremos, todos, por un sendero revestido de nuevos valores e ilusiones.

La mirada de estos jóvenes dice:

– No llegué hasta aquí para pararme

– No quiero acomodarme en el desaliento, quiero luchar

– Puedo ayudar, colaborar, aportar

Cuando tengan delante de ustedes a estos jóvenes se darán cuenta que hay esperanza, porque todos ellos callan lo que con su mirada nos dicen, las mismas palabras que expresó otro gran luchador, Nelson Mandela: “Somos dueños de nuestro destino, capitanes de nuestra alma”

De acuerdo