La buena salud.

Según la Organización Mundial de la Salud –OMS- la salud es el estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de enfermedades.

 

La buena salud – eso que tanto anhelamos y nos preocupa- es el resultado de que todos los órganos y sistemas de nuestro cuerpo funcionen correctamente; para que esto suceda, es necesario que los millones de células que los componen trabajen adecuadamente y al ritmo que tienen establecido por un reloj biológico interno, que determina un orden temporal en las actividades que realiza nuestro organismo.

 

El reloj biológico.

En nuestra vida repetimos constantemente determinados ciclos: sueño/vigilia, alimentación/reposo y actividad/descanso. Todos ellos forman parte de lo que se conoce como ciclo circadiano, que significa cerca de un día”. Este ciclo abarca 24 horas, divididas en ocho para el sueño y dieciséis para la vigilia, y en él influyen la sucesión de la luz y la oscuridad, del día y la noche, que nos señala a nosotros y a los animales la hora de dormir y despertar. Dentro de este ciclo, el reloj biológico marca el ritmo de las secreciones internas que regulan nuestros procesos biológicos y nuestra actividad.

 

Cualquier modificación en este ritmo, con el tiempo, puede perjudicar la salud. Así, la alteración del ciclo sueño/vigilia causa somnolencia matinal y trastornos del dormir: interrupción del sueño con despertares repetidos que provocan insomnio, mal rendimiento escolar o laboral, irritación, mal carácter y mayor agresividad, lo que favorece, entre otras cosas, tanto la violencia juvenil como la de género. La alteración del ciclo alimentación/reposo perturba el balance energético y genera malnutrición, con alteraciones como la obesidad y la anorexia. La del ciclo actividad/descanso provoca cambios en nuestra capacidad física y mental, que en el ámbito laboral se traducen en una disminución de la productividad y mayores riesgos de accidentes en el trabajo.

 

En resumen, las modificaciones de nuestros ritmos biológicos pueden provocar, y normalmente provocan, graves alteraciones que afectarán a la calidad del sueño, al carácter, a la productividad, a la salud… en definitiva, a nuestra felicidad. ¡De ahí su importancia!

Comidas, sueño y trabajo.

Lo ideal es un desayuno fuerte a primera hora y un almuerzo mediterráneo sobre la una del mediodía, que lleve a la persona tres cuartos de hora o máximo una hora. Así la jornada normal no se prolongaría más allá de las seis de la tarde. Y podríamos adelantar la cena –entre las 7 y las 8- sobre nuestro horario actual, que suele ser entre las nueve y las diez de la noche. Es el horario que tienen los demás países europeos.

 

De hacer caso al refrán que dice de grandes cenas están las sepulturas llenas, no parece que cenar de manera abundante y tan tardía como normalmente hacemos sea bueno para la salud. Debemos volver a nuestras costumbres de principios del siglo xx, cuando se almorzaba sobre la una y se cenaba sobre las ocho. Asimismo, si además de reducir los tiempos que dedicamos a comer y cenar adelantáramos la programación televisiva, que es otra de nuestras propuestas, conseguiríamos que los españoles nos acostáramos antes de lo que lo hacemos ahora y durmiéramos más, y eso nos permitirá disfrutar de una vida más equilibrada.

 

El estrés.

Casi la mitad de los españoles padecen estrés, “el mal del siglo xxi”, que afecta también a muchos de nuestros vecinos europeos. Según las estadísticas, este estrés lo generan, además de las dificultades económicas o los conflictos familiares, por ejemplo, los problemas y las tensiones laborales –muchas veces a causa de los horarios-, que hacen que el trabajo se convierta en algo agobiante, que genera más sensación de fracaso o frustración que de satisfacción.

 

Entre estos problemas y tensiones podríamos citar la permanencia en el lugar de trabajo por encima del horario establecido, lo que revela ineficiencia de los dirigentes o del trabajador, y que provoca las quejas del cónyuge y de los hijos; el exceso de reuniones, las más de las veces excesivamente largas, para discutir mucho y concretar poco o nada; la elaboración de proyectos y planes que a menudo no se llevan a la práctica; la escasa relación, la poca comunicación, entre los trabajadores y los altos directivos; una excesiva dependencia de los directivos, con poca capacidad para delegar, que les obliga a estar disponibles a cualquier hora; el tener que trabajar en días de descanso o llevarse trabajo a casa, etc.

 

Todo ello tiene repercusiones físicas y emocionales, y cambios en el comportamiento cuando las exigencias del trabajo superan las capacidades y los recursos del trabajador, lo que origina mala salud y hasta enfermedades serias. Pero no debemos confundir este estrés laboral con el reto, con cierta “dosis de estrés”, que nos vigoriza psíquica y físicamente y que es un ingrediente del trabajo sano y productivo, porque nos motiva a superarnos y realizar las labores cotidianas.

 

RECOMENDACIONES

 

1. Promover en los centros educativos actividades divulgativas acerca de cómo funciona el reloj biológico de nuestro cuerpo. Establecer horarios regulares de comidas, sueño, realización de tareas escolares o académicas. Estas pautas de conducta serán útiles para toda la vida.

 

2. Realización por parte de la Administración sanitaria, nacional o autonómica, de campañas para sensibilizar a los ciudadanos de los evidentes beneficios de la dieta mediterránea, y de los hábitos correctos –horarios especialmente- de sueño y alimentación.

 

3. Puesta en práctica, en la Administración y las empresas, de políticas de recursos humanos, llámense en muchos casos conciliación, que permitan reducir las tensiones laborales, en la consideración de que cuanto mejor sea la salud física y emocional de los trabajadores mayor será su aportación a las empresas.

 

4. Avanzar en el diseño y la evaluación científica de estrategias para la prevención y el tratamiento del estrés laboral –producido en muchos casos por horarios irregulares y abusivos- en un contexto más amplio de otros problemas interrelacionados, como las desigualdades sociales, la discriminación, la violencia y el acoso en el trabajo, y en el entorno de una población trabajadora de diferentes edades, sexos, origen étnico y posibles minusvalías.

 

 

 

 

Ignacio Buqueras y Bach

Miembro del Consejo Asesor de Cremades & Calvo-Sotelo; Presidente de Honor de ARHOE. Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles.

Autor del libro “Tiempo al tiempo” Planeta, 2006;

y coautor de Dejemos de perder el tiempo, Lid Editorial 2017

 

De acuerdo