Como cualquier mañana de una semana de trabajo, me dispuse a informarme de las noticias con Expansión – abro el periódico, leo noticias y artículos, unos interesan más y otros algo menos – y, de repente, me topé con las conclusiones del informe de Indicadores Urbanos de 2017 realizado por el Instituto Nacional de Estadística. Desgraciadamente, para un andaluz como yo no sorprende el resultado del mismo, si bien no por ello dejan de ser inquietantes los nefastos indicadores que arroja este estudio para la comunidad autónoma andaluza.
Este informe concluye que , de las quince ciudades españolas con mayores niveles de renta, seis de ellas, casi el 50% pertenecen a la Comunidad de Madrid, mientras que, en las antípodas, de las quince con menores niveles de renta nada menos que nueve son andaluzas. No acaban ahí los malos datos ni la vergonzante situación de Andalucía. De las quince ciudades con menos tasa de desempleo, nuevamente la Comunidad de Madrid presenta seis de ellas. Por el contrario, entre las quince ciudades con más tasa de desempleo nacional Andalucía presenta ni más ni menos que trece, casi pleno. La conclusión es tan clara como nefasta: Andalucía campeona del desempleo y líder de los niveles más bajos de renta.
Estos datos invitan a analizar los motivos de esa penosa situación, los por qué de una región que lo tiene absolutamente todo para ocupar otro lugar y, sin embargo, cierra ni se sabe desde cuando las listas de la riqueza, el empleo y las oportunidades y además, lidera aquellas que hablan de desempleo y pobreza. Como no puede ser de otra manera, cuenta y mucho la dirección de unos dirigentes políticos que deben abandonar medidas electoralistas, intervencionistas y caducas por planes que rebajen la presión fiscal, faciliten la creación de puestos de trabajo-no la engañifa de la subvención –y políticas incentivadoras de la iniciativa privada y el emprendimiento. Medidas encaminadas de una vez por todas a salir de una situación de desesperación y apatía continua, que fuerza a miles de jóvenes a salir de su tierra y tener que trabajar, vivir y, por supuesto, tributar en otros lugares más propicios para llevar una vida de prosperidad.
Ahondando en las causas de esta situación, haciendo una comparativa entre presión fiscal de las comunidades andaluza y madrileña. Se obtienen datos muy relevantes. Así, el IRPF andaluz es uno de los más altos del país, a diferencia de Madrid, que presenta los tipos más bajos. Concretamente, los tipos impositivos mínimos y máximos en Andalucía son del 19,5% (el 10% corresponde a la parte autonómica) y del 48%(el 25,5 la parte autonómica) Por el contrario, en Madrid los tipos impositivos mínimos y máximos son del 19% (el 9% corresponde a la parte autonómica) y del 43,5 (el 21% la parte autonómica)
Las diferencias son absolutas en impuestos como el de patrimonio, que en Madrid está bonificado al 100%, mientras que Andalucía presenta unos tipos progresivos que pueden llegar a superar el 3% conviene recordar que este impuesto grava elementos patrimoniales aunque no generen rentabilidad, por lo que, amén de ser del todo injusto, castiga directamente el ahorro del contribuyente, castiga los planes de futuro y los ahorros del trabajo. No acaba esta sangría fiscal, pues llega el impuesto más aberrante y confiscatorio, el de sucesiones y donaciones. En Madrid aparece bonificado al 99% y en Andalucía se imponen tipos progresivos que pueden llegar hasta, nada menos, el 36,5% provocando no pocas situaciones de renuncia a la herencia por la imposibilidad del heredero de hacer frente a la carga tributaria correspondiente. Las cuestiones que afloran no son pocas: ¿Hasta cuándo la población andaluza tiene que seguir soportando estas medidas y desigualdades? ¿Hasta cuándo los andaluces tienen que seguir soportando que sus ahorros, el patrimonio ganado con el esfuerzo de una vida, no puedan ser recibido por su hijos por esta despiadada política fiscal?
Resulta paradójico que pese a la vampírica presión impositiva que sufren los andaluces, empero la Comunidad de Madrid termine recaudando mayores ingresos y cuente , según datos del referido informe de Indicadores Urbanos, con un gran número de ciudades y pueblos en las mejores posiciones en términos de riqueza, empleo y prosperidad.
Finalmente, tampoco puede dejarse de resaltar que más de un 23% de los asalariados andaluces en el año 2016 eran empleados públicos, 541.200 personas pertenecientes al sector público en la región, lo que da una idea de quién es el principal empleador en Andalucía. Nuevamente , cabe cuestionarse: ¿Qué país, comunidad o región crece y prospera teniendo cómo principal elemento de sustento a las instituciones públicas? Ninguno.
Seguramente estas reflexione no sean tenidas en cuenta y ni siquiera leídas, por aquellos que tienen la responsabilidad de dirigir los designios de Andalucía, pero al menos me da la tranquilidad de compartir una tozuda realidad, tan solo comparable a la perseverancia en unas medidas y políticas tan equivocadas como perjudiciales para la prosperidad de esta bendita tierra.
José Miguel Soriano
Socio de Cremades & Calvo-Sotelo