El deporte, las competiciones deportivas, sobre todo si son por equipos, constituyen, quien lo podrá negar, un buen exponente del sentido y del valor del liderazgo. En efecto, la composición de los  equipos, el compromiso, la asignación de tareas a los jugadores, la definición de la estrategia, las tácticas a emplear, el factor sorpresa, el análisis del rival y, sobre todo, el arte de la iniciativa y de “tomar” la posición, son elementos fundamentales para cualquier entrenador, y, también para cualquier director de equipos humanos.

 Para ganar un partido de baloncesto, por ejemplo, es menester querer ganarlo. Y querer ganarlo implica convicción, compromiso y determinación para la victoria. La voluntad de victoria  es básica para alcanzarla. Algo tan obvio como esto, sin embargo, explica que algunos proyectos colectivos, que algunos equipos humanos se hayan quedado a las puertas del triunfo en tantas ocasiones. Porque prefieren estar, flotar a alto nivel si es posible, pero nada más. Porque tienen miedo al riesgo y adoptan posiciones conservadoras en evitación de la posibilidad de la equivocación o el error.

 Junto a la mentalidad ganadora y al compromiso, el entrenador que pretenda ganar ha de contar con los mejores jugadores posibles en cada momento. Cuando los tiene, ha de alinearlos, ha de contar con ellos evitando que les entre la tentación de retirarse o de buscar un equipo mejor. En efecto, el coach ha de saber en cada momento cual es la mejor posición para cada uno de sus jugadores. Equivocarse en la ubicación en el campo de juego puede ser letal. Por eso, los técnicos de los equipos piensan continuamente en las mejores posiciones en que pueden actuar sus jugadores. Además, el entrenador con mentalidad ganadora mantiene un buen grupo de ojeadores que permanentemente ven a los jugadores jóvenes con más futuro allí donde estén. El entrenador ha de conocer a los jugadores, hablar con ellos, animarlos, comprenderlos y generar un buen ambiente que en los momentos difíciles permita sortear las dificultades que puedan presentarse. El ejemplo del Atlético de Madrid, y del Cholo Simeone, exime de mayores comentarios por su obviedad.

 Con los mejores jugadores, sin embargo, no siempre se ganan los partidos. Es conveniente diseñar un buen sistema, una atinada estrategia que consiga el resultado buscado. El sistema, la estrategia, implica estar abierto a continuas variaciones, a diferentes esquemas de juego en función de las circunstancias. Si no hay sistema, si cada jugador pulula por el campo a su aire, sin saber que hacer, la derrota es segura. Igual que si no sabe qué hacer cuando recibe el balón porque nadie le ha orientado sobre el particular.

 Conocer a los rivales, sus puntos fuertes y sus puntos débiles, es presupuesto para la victoria. Unbuen entrenador sabe cual será el esquema previsible del contrario, cuales serán sus reacciones en todo momento. Si consigue tomar la iniciativa, ganar la posición, el equipo rival no tendrá más remedio que estar a la defensiva, y quien está en esta situación suele perder el partido. Claro, la iniciativa requiere de ensayos, de combinar diferentes escenarios e hipótesis de trabajo y, sobre todo, de que cada integrante del equipo sepa en cada momento lo que tiene que hacer y por qué debe hacerlo. Supone tomar las riendas del partido desde su inicio forzando al equipo contrario a jugar tal y como se ha previsto. Normalmente, quien consigue desde el principio tomar la iniciativa, sino la pierde, ganará el partido. El triunfo de la selección española en el Mundial de futbol  hace cuatro años, que ojala se repita en estos días, es un buen ejemplo de los réditos que ocasiona llevar la iniciativa y forzar al contrario al juego que se desea.

 También suele ser determinante saber administrar con inteligencia lo que se denomina factor sorpresa. La capacidad de sorprender, de abandonar en algún momento los esquemas previsibles suele dejar desconcertado al rival. En el deporte por equipos la sorpresa implica, por ejemplo, modificar en algún momento el sistema y hacer lo que no está escrito en el guión. Desde luego, quien sepa gestionar con cintura el factor sorpresa, sin abandonar los principios, por supuesto, tiene grandes posibilidades de alzarse conla victoria. Losentrenadores sin “cintura” son aquellos que nunca saben por qué pierden, es más, no se explican cómo ha sido posible la derrota. Suelen echar balones fuera, no hacen autocrítica y a otra cosa mariposa.

 En fin, para ganar un partido es necesario que el entrenador cuente con los mejores jugadores posibles, que sepa colocarlos en el campo de juego en el lugar adecuado, que disponga de un sistema diseñado para la victoria, que tome la iniciativa desde el principio, que pueda poner en marcha el factor sorpresa, si es menester, y que en todo momento esté cerca de sus jugadores, animándolos sin desmayo.

 En el fútbol suele ocurrir que algunos de los equipos favoritos pierden la liga por estar más pendientes de los contrincantes que de ellos mismos. Es más, cuando la estrategia elegida consiste en destruir el juego del rival sin crear ocasiones, es posible, aunque improbable, ganar. En estos casos, todo lo demás, se puede conseguir un empate ajustado. En cambio, cuando el entrenador se concentra en su tarea buscando la iniciativa, disponiendo inteligentemente a sus jugadores en el terreno de juego y sabiendo en cada momento impartir las instrucciones pertinentes, entonces las cosas suceden de otro modo. Nuestro defenestrado seleccionador nacional de baloncesto señaló  en muchas ocasiones que el ambiente que existía durante su época en el equipo español era el presupuesto para la victoria. Un ambiente, como dice Pepu Hernández siempre que tiene ocasión, que hay que cuidar, que hay que mimar, que hay que construir permanentemente a base de diálogo con todos los jugadores, a base de sinceridad, de lealtad y de confianza.

 La dirección de equipos deportivos tiene, como puede comprobarse, grandes semejanzas con el liderazgo de organizaciones humanas complejas, sean sociales, políticas, culturales o económicas. Es más, sin espíritu deportivo, es muy difícil triunfar en la vida, en cualquier actividad humana.

 No nos engañemos, en la arena política se va a jugar en este tiempo, se está jugando ya, un gran partido en el que algunos van a por todas y van a utilizar todos los medios a su alcance para ganar. Su estrategia y táctica es bien conocida y bien experimentada, incluso en fechas recientes en distintas latitudes con resultados sobresalientes. Otros, en cambio, siguen pensando que a la defensiva se ganan los partidos y que lo fundamental es ceder el balón para jugar al contrataque.

De acuerdo