Una mañana, Garret LoPorto, diseñador web de 23 años, pensó que la venta de una compañía de helados de la que era accionista no era la mejor solución, o, al menos, no lo era en la condiciones que se habían hecho públicas. Mediante un sitio web, organizó una campaña para parar dicha venta al mejor postor y consiguió que miles de personas se adhiriesen online a una petición dirigida hacia la empresa.
Aunque después de la presión ejercida no tuvo el éxito esperado, se mostró satisfecho por haberlo intentado en la medida de sus posibilidades. Tenía una sola acción. ¿Cuánto le hubiese costado organizar una campaña similar para defensa de sus intereses sin la ayuda de Internet?
Muchas realidades han cambiado con el rápido desarrollo de Internet en nuestra sociedad en general y el mundo empresarial no ha sido ajeno. El desarrollo de las nuevas tecnologías ha supuesto un nuevo hito en este ámbito de la historia que contaba con el capitalismo popular como uno de sus últimos episodios. Una nueva forma de gobernar las corporaciones se ha hecho posible gracias, en gran medida a que contamos con un mundo cada vez más interconectado que demanda transparencia, que establece múltiples relaciones hacia distintos grupos de interés dotándoles de un nuevo poder. Han nacido nuevas formas de organizar las actividades de los accionistas y de defender sus intereses. Es una faceta más del micropoder.