El mundo está cambiando a pasos agigantados y las multinacionales están marcado ese ritmo. Las organizaciones que han sabido adaptarse a esta situación tan cambiante se muestran más sólidas dentro del mercado y son capaces de competir dentro de un mundo cada vez más estrecho. Pero, para mantener esa posición de vanguardia es necesario contar con un flujo constante de capitales, y para sorpresa de muchos, las compañías cotizadas pueden hoy en día ocupar ese rol clave que genere la estabilidad y crecimiento económico que gobiernos y países tanto necesitan. Nos referimos a la sociedad mercantil como motor de cambio y vehículo de inversión financiara para los pequeños ahorradores. Aunque el número de personas que alguna vez ha invertido en algún producto financiero es realmente bajo, la tendencia puede cambiar drásticamente si se generan las condiciones para que esto suceda.

 

La multinacional española “Iberdrola” ha sido quien ya dio ese primer gran salto, al decidir implementar, por primera vez en España, una política de involucración de accionistas. Esta es una decisión que rompe el esquema que hasta ahora las empresas cotizadas habían mantenido por tanto tiempo. Esquema a que creemos trasnochado en el que imperaba en el mejor de los casos el “todo para el accionista, pero sin el accionista”. Pues bien, la involucración de los accionistas que desarrollo Iberdrola no solo beneficia en primera instancia a sus actuales accionistas minoritarios de dicha entidad, sino que transmite un mensaje muy positivo a stakeholders y a la sociedad en general que atrae nuevos inversores: esta compañía permite y fomenta la involucración, y es una empresa vanguardista que se ocupa y preocupa por escuchar a todos sus accionistas.

 

La política de involucración de accionistas es una estrategia del nuevo gobierno corporativo que busca establecer una interacción bidireccional y permanente con sus accionistas, sin importar el tamaño o la relevancia que éstos tengan. Es creada con el fin de generar condiciones de confianza, certidumbre, transparencia y modernidad, necesarios para cautivar a los nuevos inversores e incentivar a los ya existentes. También, busca empoderar al inversionista minoritario para que este se involucre y tome conciencia de su importancia y participación en el devenir de la sociedad en la que participa como accionistas, y de la que, por tanto, es copropietario. Con ello se logra crear un sentimiento de pertenencia muy sólido entre el inversor y la compañía, lo que hace que ésta última alcance una ventaja frente a sus competidores.

 

Esta es una muestra clara de la responsabilidad corporativa a la que deben estar encaminadas las empresas en pleno siglo XXI, lo cual marcará una tendencia de cara al futuro. En esta sociedad de la información, las compañías necesitan evolucionar hacia una democracia corporativa, que brinde confianza y legitimidad, tanto a sus clientes como a sus accionistas

 El buen gobierno corporativo es consciente que con este tipo de decisiones el éxito está más que asegurado, solo es necesario actuar en consecuencia para lograrlo.

De acuerdo