La geopolítica, en tanto que instrumento para entender la realidad de un país, o para definir sus objetivos en política exterior y de seguridad, parecía haberse pasado de moda, debido a la globalización y a la ausencia de enfrentamientos armados entre grandes potencias. La localización geográfica adquiría una importancia secundaria debido a la interconectividad, intensa e inmediata, que en todo los órdenes caracteriza, fundamentalmente, un mundo global. El fin de la guerra fría, y la incorporación de China en las cadenas de suministro de las principales economías occidentales, hacían pensar que los enfrentamientos bélicos, a nivel mundial, de los siglos XIX y XX, habían quedado superados, y que una gobernanza, basada en las instituciones multilaterales de la posguerra y en foros más restringidos, tipo G8 (G7 + Rusia) y G20, suponían una barrera eficaz para evitarlos.

El Covid 19 y la guerra de Ucrania han hecho saltar por los aires esta hipótesis: el mundo puede dejar de estar interconectado , en cuestión de semanas,  las fronteras se cierran , los aviones no vuelan y los puertos se bloquean, y por lo que se refiere a los conflictos …casi mejor no hablar , para no caer en profunda depresión…Pero la realidad ahí está,  la vemos todos los días en los telediarios sobre Ucrania y sus consecuencias no solo humanitarias,  también energéticas, alimentarias, presupuestarias etc. .También  cuando recordamos , con estupefacción, que   Putin el pasado mes de febrero puso a las fuerzas nucleares rusas en estado de alerta y leemos , a menudo, declaraciones provocadores de su entorno, con ocasión de la ampliación de la OTAN a Finlandia y Suecia.

En este nuevo contexto la geopolítica irrumpe de nuevo con fuerza, como elemento de análisis y de guía para la toma de decisiones Por supuesto para los gobiernos, en primer lugar, pero también para las empresas, véase lo que se ha discutido en Davos, y también los particulares que están cambiando sus pautas de consumo, inversión, ahorro.

Es por ello muy oportuno recordar, cuáles son los principales parámetros que rigen la geopolítica de nuestro país y hacer unos breves comentarios sobre sus consecuencias. 

España es en primer lugar un país europeo. Pero, con algunas » cualificaciones”: no somos continental, sino periférico, meridional.  África, no empieza en los Pirineos, pero se tarda más cruzarlos a pie, que el Estrecho a nado!!  Y además las Canarias son España. Somos un país marítimo, y muy marítimo. Mediterráneo occidental y Atlántico norte y sur. Además, somos según el último censo 47,35 millones es decir el cuarto de UE, en torno al 11% de su población. Finalmente, nuestra geografía, siempre la geografía que es testaruda, como se dice en Francia, explican dos grandes activos de nuestro patrimonio histórico: ¡otra vez el Estrecho! Siete siglos de convivencia con el mundo árabe, y gracias a la conjunción de Atlántico Sur y alisios, la conquista de América. Esta última, que entre otras cosas nos ha dejado un legado único, la comunidad hispano hablante de 580 millones de personas. 

Creo sinceramente que, en términos geopolíticos, ¡¡no está nada mal!! No sé si como dice la habanera …somos la octava maravilla que creo Dios sobre la tierra. ¡¡Pero si somos el país que 83,5 millones de visitantes tuvo en 2019…por algo será!!

Ahora, algunas pocas reflexiones, sobre cómo se deberían traducir, estas características, en relación con la crítica coyuntura internacional que vivimos, que nos obliga a tomar decisiones fundamentales. 

Europeos, sí desde luego, y totalmente comprometidos con la mayor integración posible, representada por la Unión Europea y en el sentido del artículo 1 párrafo 2 del Tratado:»…proceso creador de una unión cada vez más estrecha …»Es decir favorables a seguir profundizando en la integración. Y esta es una característica, que no compartimos, por supuesto con los británicos, pero tampoco con casi la mitad de los estados miembros actuales de la UE que son, en principio, contrarios a una reforma de los Tratados, que es totalmente necesaria. Este compromiso con el proyecto europeo, apoyado por la gran mayoría de los españoles, es a mi juicio un gran activo que debemos mantener. Y se defiende, en primer lugar, impulsando una mayor integración, incluso con sólo aquellos estados que quieran, pero, también, cumpliendo con nuestras obligaciones. Por ejemplo, ahora, con una ejecución impecable de los fondos Next Generation, o en materia de estabilidad presupuestaria controlando el déficit.

En este ámbito europeo, quiero comentar un tema muy de actualidad, vinculado con la problemática geoestratégica: España como gran hub gasístico. Por supuesto que tenemos una oportunidad debido a nuestra capacidad excedentaria de almacenaje y reciclaje, pero pienso que nuestro potencial a medio plazo no es tanto el gas, sino en especialmente en otros ámbitos que se ven coartados por la falta de interconexiones, me refiero a la electricidad y al transporte de mercancías. Nuestros amigos franceses, han sido, y serán, un problema, (para cuando el cable por el golfo de Vizcaya o la travesía central de los Pirineos??), pero no son los únicos tampoco reticentes, nuestros hermanos ibéricos   no son entusiastas de la conexión de alta velocidad Madrid/ Lisboa-Oporto. Incluso, nosotros mismos somos inexplicablemente lentos en tramos vitales como el corredor mediterráneo o la conexión del puerto de Algeciras. 

Pasando a nuestro parámetro atlántico, la pertenencia a la OTAN, creo es sin discusión, al menos discusión seria, nuestro mejor instrumento.  Hay que felicitarse de la evolución » madura» de, la gran mayoría de nuestra clase política en esta materia como se ha evidenciado en las celebraciones del 40 aniversario de nuestra adhesión.  Lejos queda «el de entrada no”, y la tibieza de AP en el referéndum del 86. Ahora toca cumplir con los compromisos, prioritariamente con nuestros socios del este amenazados por Rusia y con el 2% del Pib en gasto de defensa. Pero , también debemos exigir que se tengan en cuenta nuestros intereses, por ejemplo compatibilizar la OTAN con el refuerzo de la Política Europea de Defensa, incluida la industria de defensa europea, donde España tiene unas capacidades importantes,  fundamentales para nuestra I+D; también,  hay que plasmar en apoyos concretos de nuestros socios del Norte y del Este la defensa del flanco Sur,  que por cierto incluye a Ceuta y Melilla, ante las amenazas,  que aunque como se dice ahora » hibridas» ( terrorismo, inmigración irregular etc.) son totalmente reales.

En el Mediterráneo, el reto en estos momentos es recuperar el equilibrio con Argelia y Marruecos, que se ha perdido con una gestión, que como mínimo, causa perplejidad. Tanto del asunto Ghali como del tema Sáhara. Sobre este último punto, personalmente no tengo ninguna duda que lo que conviene a España es un modelo autonómico, integrado en Marruecos. No sólo, por el peligro real, de un estado artificial saharaui manipulado por terceros, sino por nuestro interés genuino en tener como vecino un Marruecos, estable y próspero. Pero tampoco tengo ninguna duda que se pueden hacer las cosas de otra manera, sin perjudicar las relaciones con Argelia, y sin alentar, en Marruecos comportamientos agresivos inaceptables como en su momento fue Perejil, y recientemente la utilización de la inmigración ilegal contra Ceuta y Melilla.

En el resto de África, en particular en el Sahel y en la vertiente occidental, hay que reconocer que desde hace ya años los distintos gobiernos han puesto en marcha actuaciones diversas (seguridad, cooperación, comercio.). Todo lo que suponga incrementar este esfuerzo, creo será una inversión muy rentable. 

Y » last, but not least» nuestro fugaz tour geopolítico, que, por supuesto es incompleto, estaría cojo, sin una mención al continente americano, que será breve. La relación con Estados Unidos es fundamental. Pero es, tan importante, que debe ser equilibrada. Ni de vasallaje, tipo bienvenido Mr. Marshall o de orden mendicante buscando una foto con sus presidentes (ni aunque sea la de las Azores!!), ni por supuesto de antiamericanismo primario, tipo quedarse sentado. Felipe González, supo encontrar ese equilibrio, por lo tanto, no es imposible. En estos momentos que hay una corriente importante que quiere volver al enfrentamiento de bloques y uno liderado por Estados Unidos. Nuestra geopolítica, que es de lo que hablamos, parece evidente se desenvuelve mejor en un mundo multipolar donde puede desarrollar la diversidad de facetas, que al principio de este artículo hemos enumerado. Y, parece evidente, que en particular la iberoamericana se vería afectada negativamente si hay «alineamientos”. En esta parte del mundo, tenemos una situación privilegiada que se ha basado, en muchas cosas por supuesto, pero entre ellas en el respeto del principio de no injerencia en los respectivos asuntos internos. Los alineamientos, ni los globales, ni los regionales, por ejemplo, tipo bolivariano, favorecen nuestro objetivo básico de apoyar una comunidad iberoamericana, donde España y Portugal tenemos un asiento por derecho propio. Creo que, con algún sobresalto casi inevitable, la política de nuestros gobiernos en esta región ha sido correcta, y debemos seguir dedicándole una atención prioritaria.

Quiero terminar con unas consideraciones de política interna. Aunque las posibilidades que nos da nuestra situación en la Tierra y nuestra historia sean, como creo, optimas, sirven para poco si no hay un mínimo de orden en casa…o lo que algunos llaman. ¡¡Consenso en políticas de Estado!!Por ejemplo, la política exterior, de cooperación, de seguridad y defensa. Esto incluye , muchos y variados  temas que se están decidiendo ahora .  Cuestiones que van, como antes he dicho, desde la utilización de los fondos NGEU, presupuesto de defensa, política energética etc., etc., hasta cuestiones «institucionales » como el tratamiento de nuestra Monarquía, (uno de los activos más eficaces y rentables que tenemos) el CNI, o por citar un tema que he vivido directamente, la provisión de puestos de personal en el exterior (todo, no sólo de carrera diplomática) , que se ha convertido en botín de guerra de los partidos.

Me parece que es poco discutible, que España ha perdido en estos últimos veinte años, parte, no todo ni mucho menos, no conviene exagerar, del peso que conseguimos a partir de nuestros respectivos ingresos en la UE y en la OTAN, y que llegaron a su punto más alto a lo largo de toda la década de los 90. La razón, evidente, es nuestra agotadora tendencia a la confrontación interna, que impide las políticas de Estado. Desde la guerra de Irak en el 2003, seguida inmediatamente por el 11M y el cambio de gobierno en 2004 no hemos parado de pelearnos, como dicen los ingleses, como luchadores callejeros. Por cierto, dando un espectáculo bastante lamentable. 

Estos momentos, ya absolutamente preelectorales que vivimos y que durarán hasta finales del año que viene no dan mucho pie a la esperanza, aunque la necesidad de políticas de Estado es particularmente necesaria en estos momentos de crisis mundial, que desembocaran en reordenamiento del escalafón de los países. Nuestra geopolítica, nos permitiría estar entre los ganadores, nuestra incapacidad para articular consensos nos hará descender unos peldaños más. 

 

Carlos Bastarreche, diplomático español y miembro del consejo asesor de Cremades & Calvo-Sotelo.

De acuerdo