Mi abuelo fue ganadero, mi padre fue ganadero y mis hermanos y yo nacimos ganaderos de toros de lidia, un animal que representa lo que somos y que es el resultado actual de lo que hemos sido.

El toro de lidia no es sólo mi vida, es una forma de concebir nuestro paso por este mundo para quienes vivimos por y para el toro, porque este animal nos da y nos quita todo. En nuestros mejores sueños y en nuestras peores pesadillas aparece el toro; en nuestros éxitos y también en nuestros fracasos, está el toro. Sin embargo, pocas veces nos hemos preocupado en explicar de verdad lo que supone este animal como garante de preservación de un ecosistema único como es la dehesa, o lo que supone en cuanto a su riqueza genética.

Los ganaderos como base fundamental para el espectáculo taurino, hemos tenido que estar sufriendo los constantes ataques de sectores que se alzan como defensores de los animales, cuando desconocen por completo cómo es la crianza del toro y los beneficios de la misma para el entorno natural en el que se desarrolla.

La sociedad actual se está viendo condicionada por los paradigmas que diariamente va implantando el movimiento urbano, dejando a un lado o despreciando al mundo rural. Sobre estas ideas prácticamente totalitarias están legislando sobre lo que ellos consideran la ‘protección’ de los animales desde el desconocimiento de su entorno, de los beneficios sociales que reportan o desde su propia supervivencia.

Sin embargo, los ganaderos de bravo somos los protectores de la raza bovina más antigua del mundo  y podemos estar orgullosos de mantener a la joya del patrimonio genético de las razas ganaderas españolas. La apuesta de los criadores como gestores ambientales, por el sostenimiento tanto de nuestras explotaciones con un modelo de gestión basado en la tradición, y en el respeto del entorno natural, como de la raza de lidia, ha hecho posible el mantenimiento de la raza de lidia.

El toro de lidia cuenta con una estructura genética particular, de imposible creación a partir de otras razas bovinas, y además es una obra perfecta de ingeniería perfecta fruto de la labor de una sacrificada selección realizada por los ganaderos durante siglos. Desde el punto de vista genético, está considerada ‘raza de razas’ por la amplia diferenciación genética que existente entre unos encastes (reconocidos por Real Decreto en el Boletín Oficial del Estado) y otros.

Realmente los ganaderos de bravo nos enorgullecemos al afirmar que mantenemos una crianza extensiva y respetuosa con el medio ambiente que además fija la población rural especialmente en aquellas zonas más deprimidas y dinamiza su economía.

Tradición, sostenibilidad medioambiental, mantenimiento de la biodiversidad, convivencia con especies en peligro de extinción, apuesta por la conservación de espacios calificados por la Unión Europea de Alto Valor Natural (AVN), protección de una raza única… son nuestros logros, pero que lamentablemente la sociedad desconoce.

Resulta cuanto menos poco coherente que el movimiento mal llamado animalista ataque con fuerza al colectivo taurino, cuando precisamente los ganaderos de bravo, y pieza clave en la tauromaquia, somos los principales protectores de un animal único: el toro. Nadie quiere más al animal que nosotros los ganaderos o quienes son capaces de entregar su vida para crear arte en una lucha de poder a poder.

De acuerdo