Decía John Lennon que Nueva York era la Roma de nuestros tiempos. Al igual que la Ciudad Eterna simbolizaba por sí misma todo un imperio –SPQR- Nueva York hoy representa mejor que nadie al imperio americano que ha impuesto su estilo de vida a toda la civilización occidental a través de la globalización.
Nueva York además representa la fuerza emergente de las ciudades en la nueva sociedad red. Al igual que en el Renacimiento las grandes ciudades sobresalían como nodos más poderosos que los entonces reinos, actualmente volvemos a vivir en un mundo dominado por las megápolis donde Nueva York es la reina, la ciudad global por excelencia.
Su evolución histórica desde una pequeña colonia holandesa en el siglo XVII, hasta encabezar el sueño americano en el siglo XIX, no hacía presagiar la capitalidad mundial que ha llegado a adquirir en nuestra época. Porque el éxito de su progreso no es fruto de las circunstancias externas. Ni su clima es atractivo, ni ha sido nunca sede del poder político de los Estados Unidos. Sin embargo, ha conseguido ser la capital mundial de los negocios, del dinero y del gobierno mundial de la ONU.
¿Cómo lo ha conseguido? Evidentemente son muchos los factores que han confluido en la historia de Nueva York, pero hay uno que, como abogado, me parece muy importante y que pocas veces se pone de manifiesto. Me refiero al imperio de la ley que ha llevado a Nueva York a convertirse en el fuero mundial de resolución de conflictos jurídicos y a impulsar la creación de nuevas empresas por su seguridad jurídica. Nueva York es una ciudad donde todo el mundo puede ser y hacer lo que quiera, con la máxima libertad, pero sabiendo que se le va a exigir la máxima responsabilidad del respeto de la ley. Porque Nueva York es una ciudad hecha a sí misma, en una nación construida sobre los valores de la iniciativa, el esfuerzo, la libertad, la igualdad de oportunidades, pero, sobre todo, el imperio de la ley.
En efecto, desde los padres fundadores ha calado hondo en la ciudadanía que la ley es la base sobre la que se asienta su sociedad. La ley que se han dado los hombres libres e iguales para su mayor progreso y mejor convivencia.
Pocas veces reflexionamos sobre la extraordinaria importancia que, para el desarrollo de cualquier sociedad, tiene contar con un sistema jurídico que garantice los derechos, castigue las infracciones, y sobre todo, repare los daños que se puedan haber causado. En todos los países hay leyes, pero no en todos hay seguridad jurídica, ni mucho menos justicia. Podría decirse en términos más coloquiales, que toda sociedad necesita unas reglas del juego. Éstas han de ser claras y justas, como garantía de fair play, y la sociedad que las tenga, tiene el mejor capital social para progresar.
Nueva York es un claro ejemplo de cómo la predecibilidad y estabilidad del sistema basado en reglas claras, es un motor de atracción tanto de capital humano como financiero. Durante muchos siglos había pocas ciudades del mundo en las que una persona pudiera encontrar justicia sin importar su procedencia o su forma de pensar. Esta cualidad atrajo durante años a miles de personas que hicieron posible su espectacular desarrollo en el mundo de las artes, las ciencias, la cultura, la industria y las finanzas, que la ha terminado convirtiendo en ese crisol universal en donde cabe cualquier iniciativa y cualquier proyecto es realizable.
Un claro ejemplo lo tenemos en el ámbito cultural donde en vez de subvenciones y gastos públicos nos encontramos con importantes contribuciones de la sociedad civil. El principal museo de arte contemporáneo del mundo, el MOMA no se entiende sin las grandes contribuciones millonarias de personas como Ronald Steve Lauder, y otros, que han hecho sus fortunas en y desde Nueva York. El Carnegie Hall, por su parte, fue financiado por el industrial Andrew Carnegie, inmigrante de origen escocés, considerado como la segunda mayor fortuna de la historia. Lo mismo podría decirse del museo Guggenheim o de otras muchas iniciativas en el mundo del arte.
En el ámbito financiero, ni que decir tiene que Nueva York posee una preeminencia mundial. El desarrollo urbanístico de la ciudad, especialmente a través de su skyline de rascacielos, es una especie de sombra de ese poder económico, que lo convirtió en objetivo de uno de los ataques más cruentos y despiadados del terrorismo internacional, y en ejemplo de respuesta y renacimiento desde las cenizas de la zona cero. Esa capacidad de levantarse tras las caídas y enmendar los errores lo encontramos también en el ámbito jurídico de la defensa de los fraudes colectivos, como el de un insigne habitante de la Gran Manzana, Bernie Madoff. Con ocasión de ese caso tuve la oportunidad de conocer y colaborar con otra institución en Nueva York: Labaton Sucharow, el primer despacho del mundo en securities litigation. Larry Sucharow lidera una práctica que se ha especializado en class actions, defendiendo a inversores institucionales o privados de los que se ha abusado, contribuyendo al respeto y la seguridad jurídica del mercado de capitales mas sofisticado del mundo. He podido colaborar con ellos en el caso Madoff, y en otras cuestiones. Allí tuvo lugar la primera asamblea de la International Finantial Litigation Network, que tengo el honor de presidir.
El propio caso Madoff representa la imagen de Nueva York como ciudad donde se pueden cometer los mayores fraudes pero donde el sistema legal los combate con más eficacia y celeridad. Al poco tiempo de descubrirse esa estafa, su responsable estaba en prisión para toda la vida, al mismo tiempo que Irving Picard, el trustee encargado de la recuperación de fondos, a fecha de hoy ya tiene en la cuenta casi el 70% de todo lo recuperado, para devolverlo a los afectados. De esta forma, el capitalismo ha salido fortalecido y Nueva York sigue siendo la capital financiera del mundo por su seguridad.
También se fortalece el capitalismo con historias de éxito de emprendedores individuales como Peter Briger, un judio de Brooklyn que, con 28 años, se convirtió en socio de Goldman Sachs y lidero su Asia Desk desde Nueva York cuando toda la crisis financiera del sudeste asiático. De allí, una vez que la compañía salió a Bolsa, fundó su propia firma de inversión, Fortress, a la que catapultó como la primera compañía del mundo de distress debt. Fortress ha invertido más de 1.000 millones de dólares en España, dando soluciones financieras a proyectos fracasados en los circuitos bancarios.
Parece claro que, si Nueva York es una de las ciudades más atractivas y dinámicas del mundo, no es por las circunstancias de su entorno natural, sino por lo que personas como Peter Briger, Larry Sucharow o Irving Picard, han sabido construir en una ciudad donde las reglas del juego se conocen y respetan. De la misma manera que Roma nos dejó el legado del Derecho, sobre el que se ha construido la civilización occidental, hoy Nueva York se ha convertido en la piedra angular del nuevo derecho global que necesitamos para el progreso y el bienestar de los pueblos y de sus ciudadanos.
Javier Cremades; Presidente de Cremades & Calvo-Sotelo