Durante las vacaciones estivales muchas personas cambian su modo de vida, hasta su entorno entra en un ritmo más pausado y relajado que permite contemplar la vida de un modo diferente al que normalmente acostumbra el día a día en plena actividad laboral. Observamos a hombres y mujeres relajados en hamacas, contemplando el paisaje que tienen por delante de su vista y dejando pasar los pensamientos según se vienen a sus mentes.

No obstante, en este período menos acelerado de nuestras vidas también se realizan muchas actividades, vemos a personas realizando deportes, leyendo varios libros que tienen pendientes desde hace tiempo, dando largos paseos por la playa o la montaña, terminando alguna faena inacabada o esbozando ideas de lo que podrán ser nuevos proyectos.

Vivir la vida es una continua actividad en sí misma, un sinfín de posibilidades de elecciones y decisiones. Todos, cada uno de nosotros, podemos tomar tantas direcciones como pretendamos escoger por esos largos caminos que nos llevan hacia una u otra parada intermedia. En cada parada intermedia, a su vez, podemos volver a retomar esa misma dirección o bien cambiar de rumbo, escoger un nuevo camino.

Podríamos compartimentar dos tipos de actitudes o de “elecciones globales” que marcan el carácter o el “modus vivendi” del ser humano:

Las personas reactivas, que serían aquellas que se ven afectadas por las circunstancias, las condiciones, el ambiente social, etc. y que sólo se sienten bien si su entorno está bien. No tienen la libertad de elegir sus propias acciones.

Las personas proactivas, que serían las personas que se mueven por valores meditados, seleccionados. Aunque sucedan muchas cosas a su alrededor son dueñas de cómo quieren reaccionar ante esos estímulos y se dedican a aquellas cosas con respecto a las cuales pueden hacer algo. Su energía es positiva, con lo cual amplían su círculo de influencia.

El término proactividad lo acuñó Victor Frankl, un neurólogo y psiquiatra austriaco que sobrevivió a los campos de concentración nazis, en su libro “Man’s Search for Meaning”.

La Proactividad es una actitud en la que la persona asume el pleno control de su conducta de modo activo, implica la toma de iniciativa en el desarrollo de acciones creativas y audaces para generar mejoras, haciendo prevalecer la libertad de elección sobre las circunstancias del entorno.

Un sujeto proactivo no sólo toma la iniciativa, sino que asume la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan; decide en cada momento lo que quiere hacer y cómo lo va a hacer.

Junto a la proactividad, como actitud de vida, podríamos unir el Entusiasmo como el binomio idóneo para llevar una vida mejor, para caminar con más probabilidad de éxito y felicidad por los destinos escogidos (incluso por los destinos marcados). La Real Academia Española, define el término entusiasmo, en su segunda acepción, como la “adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño”.

En esta época estival unos han estado en sus hamacas, otros han escogido una mayor actividad; unos y otros habrán contemplado la vida frente a sus ojos. El entorno del verano, más pausado y relajado, ha contribuido a serenar los ánimos, ha posibilitado, con menor complejidad, las elecciones personales, el “modus vivendi” temporal por el que vamos dejando atrás esta parada intermedia, para adentrarnos, nuevamente, en otro otoño en el que tendremos que seguir escogiendo, decidiendo…

Hay muchas opciones, existen diversas formas de caminar por la vida, todas ellas, de las aquí apuntadas son lícitas, son respetables, son maneras de vivir…

La experiencia de las personas que han transitado por la vida con más éxitos, con vidas más plenas y momentos de mayor felicidad, dicen que escogieron vivir siendo proactivas y, sobre todo, con entusiasmo.

Escojan su “modus vivendi” y sean felices en la nueva parada del próximo otoño que llegará.

De acuerdo