Hace poco, escuchando la radio, me topé con un relato de los autores Jaime Lopera y Marta Inés Bernal, que explica de una manera muy ilustrativa cómo las personas pueden afrontar los problemas. Trata de un padre, que quería hacer entender esto mismo a su hija, y pone a cocer en tres ollas diferentes huevos, zanahorias y café. La hija, que se preguntaba el sentido de esta acción en relación con la manera de afrontar los problemas, quedó muy sorprendida ante la explicación de su padre, que fue la siguiente:

“Estos tres elementos se han enfrentado a la misma adversidad: el agua hirviendo, y cada uno ha reaccionado en forma diferente. La zanahoria, fuerte y dura, se tornó débil, fácil de deshacer, al igual que hay personas que adquieren temor. El líquido del interior del huevo, protegido por una fina y frágil cáscara, se endureció, como aquellas personas que se vuelven más fuertes después de superar los problemas. Sin embargo, los granos de café transformaron el agua, convirtiéndola en la rica bebida que te reconforta y calienta, de la misma manera que hay personas que se enfrentan a las adversidades y son capaces así de cambiar la realidad.  “¿Quién eres tú?”

¿Quién soy yo? Yo era un joven abogado de Madrid al que agua hirviendo invadía y yo sólo mostraba indiferencia ante ella. Porque ser joven abogado en España hoy, es ya en sí una adversidad, una gran adversidad, teniendo en cuenta que la tasa de desempleo juvenil en nuestro país roza el 50% y que, en un oficio como el nuestro, tener un periodo de aprendizaje adecuado, que pocos nos pueden dar porque se encuentran ya ahogados, es muy importante.

Y digo era, porque tuve la fortuna de cruzarme con Javier Cremades, el despacho de abogados que dirige y su proyecto para el Colegio de Abogados, en el cual destacan dos claves que a mi entender son básicas y necesarias, y que antes apenas me había parado a pensar incluso que eran posibles.

En primer lugar, recuperar el prestigio de esta profesión que es la nuestra. Y es cierto que los abogados, garantes de un derecho constitucional tan importante como es la tutela judicial efectiva, no gozamos de una valoración general muy positiva, ni somos escuchados por la opinión pública.

Antes de trabajar con él, ya había escuchado valoraciones muy negativas sobre la abogacía, incluso a veces parecía que ser abogado implicaba ser una persona sin escrúpulos. Nada más lejos de la realidad. Al empezar a trabajar con Javier y con los grandes profesionales que integran su despacho, me di cuenta de que los abogados realizamos una labor difícil y necesaria para la convivencia pacífica que asegura nuestro Estado de Derecho. Los abogados hacemos valer los derechos de todos, y nuestra labor es ayudar a solucionar los problemas. Podemos, desde esa labor, aportar. Podemos, desde esa posición, mejorar el sistema, representando ante la sociedad a quienes representamos ante los tribunales, a la propia sociedad.

La segunda clave de su programa, es la acción de convertir al Colegio de Abogados de Madrid en una institución útil. Y nosotros, los jóvenes, somos los que más necesitamos de esa utilidad.

Yo antes, cuando me comentaban la posibilidad de que el Colegio de Abogados desapareciera, hasta podría decir que me alegraba, pues lo que pensaba era que ya no tendría que pagar esa cuota tan gravosa y tan innecesaria. 

Los hechos son así, terminamos la universidad, cargados de ilusión, y nos encontramos con la fuerte barrera de entrada al mercado de trabajo que supone la actual crisis económica y sus consecuencias. Se paga una cuota al colegio, en muchos casos con dificultad, ya que no obtenemos recursos, y no recibimos ninguna contraprestación real a cambio en el momento en el que más la necesitamos.

Sin embargo, ¿qué sucedería si el Colegio de Abogados tuviera mecanismos suficientes para apoyar a todos estos jóvenes abogados? Que no sólo ganaríamos nosotros, sino también la profesión, y también la sociedad. La redistribución de los fondos de todos los abogados a favor de los que más necesitamos este apoyo se traduciría en la mejora de la carrera profesional de muchos, y por tanto la mejora del derecho de la sociedad a una defensa adecuada.

Mi conciencia estaba dormida, peroJavier Cremadesha despertado con sus ideas un espíritu luchador en mí. Tenemos que cambiar la realidad, esa realidad que se ha convertido en adversidad para nosotros. Quizás solos no podamos, pero a través de una institución que nos represente sí. Necesitamos ideas concretas, necesitamos hacer cosas, movernos, pensar, opinar, actuar. Somos jóvenes, y somos importantes.

Puede ser que Javier Cremades gane las elecciones y sea el nuevo Decano. Si consigue del Colegio las mismas cosas que de su despacho de abogados, lo habrá hecho muy bien. Pero para entonces, los jóvenes abogados no podemos limitarnos a delegar toda la responsabilidad de esta pesada tarea de cambio y reforma de la abogacía en él. Debemos continuar pensando y aportando ideas. Debemos formarnos, trabajar duro y aprovechar cada oportunidad que tengamos de hacernos valer.

Puede ser también que Javier no gane las elecciones. En ese caso, su labor no habrá sido menos importante, porque, entre otras cosas, ha infundido en mí y en muchos de los abogados que se encuentran en la misma situación que yo, un hambre de lucha por mejorar, que ya difícilmente podrá volverse a dormir. Hambre de no volver a sentirnos solos, de que deje de ser difícil y costoso formarnos después de la carrera, de no dejar paso a la frustración, de crear nuevas oportunidades que tanto hacen falta…

Estas son nuestras demandas como abogados. Estas son nuestras exigencias como ciudadanos.

Ahora sé que podemos y debemos cambiar la adversidad que nos rodea.

De acuerdo