Hoy a partir de las 9:30 Hrs., en el Hotel Intercontinental de Madrid, ubicado en el Paseo de la Castellana 49, se celebra el III Congreso Español de Accionistas Minoritarios, y pienso que éste acontecimiento, organizado por la ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE ACCIONISTAS MINORITARIOS DE EMPRESAS COTIZADAS –AEMEC- (www.minoritarios.es), es un buen pretexto para hacer una serie de reflexiones acerca del papel del accionista en la actualidad. En los últimos años venimos presenciando cómo los avances en el ámbito de las comunicaciones electrónicas han producido profundos cambios en nuestros hábitos sociales, en general, y en la manera en la que percibimos y nos relacionamos con el poder, en particular.
Si convenimos, como venimos haciendo desde los tiempos de Francis Bacon, que la información es poder, deberemos aceptar también, que los recientes cambios en los medios y formas a través de los cuales accedemos a la información, debieran producir, correlativamente, sustanciales cambios en las formas en las que concebimos la estructura y el ejercicio del poder en general, siendo testigos y protagonistas a la vez de su acelerado proceso de descentralización.
Naturalmente el poder económico no es ajeno a este proceso de descentralización, y ya desde hace años se viene hablando de un nuevo actor clave en los mercados: el accionista.
El paradigma clásico de la empresa ‘creadora de valor para los accionistas, pero sin los accionistas’, neo-despotismo ilustrado del núcleo de administradores y socios de control que convertía los Consejos de Administración en modernas réplicas de Versalles, ha hecho crisis. Estamos presenciado una nueva toma de La Bastilla con la aparición de las nuevas tecnologías y, en singular, de Internet, que está propiciando una suerte de revolución del accionariado distante y aislado. El poder, antes centralizado en los órganos de gobierno de las compañías y en los grupos de interés ligados a los accionistas mayoritarios, se descentraliza. Aunque esta revolución no ha sustituido el paradigma anterior, sí ha supuesto un cambio, una orientación diferente que está transformando las organizaciones empresariales y la propia actividad de los inversores individuales.
El debate sobre la necesidad o no de proporcionar un mayor grado de poder a los accionistas se ha venido repitiendo en los últimos años, encuadrándose a medio camino entre la democracia de los accionistas y el activismo accionarial, sin entrar a debatir en muchos casos la influencia o las aportaciones de la era actual a los problemas que subyacen. Se ha discutido la conveniencia de dotar de más poder a los accionistas ya de por sí, como fórmula para mejorar la calidad del gobierno corporativo; y cuando se ha apostado por el proceso “democratizador”, las disputas se han orientado hacia el contenido, hacia el “sobre qué” pueden mandar los accionistas.
Cualesquiera sean los matices que a este debate se puedan dar, lo cierto es los ciudadanos, en general, y los accionistas, en particular, parecen ser ahora más relevantes, porque se han convertido en nodos de unas redes sociales cada vez más influyentes.
Ahora, los accionistas individuales van teniendo a su disposición las herramientas necesarias para poder influir en el gobierno de la empresa, y se pueden servir de su importancia: más del 70% del capital de las compañías cotizadas españolas está en poder, directa o indirectamente, de los accionistas minoritarios.
Hay quien ha querido ver esta revolución solamente en una única dirección: desde las empresas, hacia los accionistas. Pero la nueva realidad tecnológica y social no sólo nos ofrece un vehículo agilizador de las comunicaciones desde la empresa hacia los accionistas, a modo de sustitutivo de las comunicaciones verbales o escritas tradicionales. Supone mucho más. Supone abrir una puerta para que el accionista minoritario abandone la posición estática que hasta ahora ostentaba, para entrar en la antesala del Consejo de Administración de su compañía para luego ocupar un sillón de gobierno.
Estamos asistiendo a un cambio de rol del accionista minoritario o, si se quiere, a una ampliación del que había venido desempeñando hasta el momento. El cambio está en que los inversores se organizan, presionan, actúan conjuntamente y en público para defender sus intereses. Estamos presenciando, fundamentalmente, nuevas formas de socialización gracias, o a través, de las nuevas herramientas que los avances tecnológicos ponen a nuestra disposición. Hablamos de un nuevo marco de relaciones por el cuál las nuevas tecnologías, y principalmente Internet, constituyen un canal, un medio, para poder ejercitar de forma más eficaz y eficiente los derechos políticos derivados de su participación en el capital de la sociedad. Así, los derechos de asistencia y voto en junta, junto a los de información, se acercan a todos los poseedores de capital. Sin lugar a dudas, supone un cambio de orientación que hace de los accionistas un grupo de interés a la vez que un grupo interesado en la vida de la empresa, en su gestión y en la toma de decisiones.
Las posibilidades actuales hacen que el pequeño accionista pueda dialogar, conversar con sus iguales sobre la marcha de su compañía, discutir y discrepar sobre las actuaciones de sus gestores, y formar grupos con formas de entender el negocio o las estrategias comunes. También se facilita que exista una base estructurable sobre la cuál establecer un mecanismo para aglutinar esfuerzos en la defensa de intereses o derechos específicos. Y es factible porque es accesible y permisible para el presupuesto de cualquier accionista. No supone desplazamientos geográficos, es flexible en horarios y no supone un coste marginal adicional al proporcionado por lo servicios de conexión genéricos a la red.
¿Pero qué impacto tiene todo esto en el comportamiento de las compañías? Las compañías tienen un medio por el que comunicar no sólo lo que están obligadas por la ley, sino toda la información que consideren necesaria para todos sus accionistas y para los inversores en general. Las tendencias en este particular han apuntado, cada vez más, hacia la provisión de más cantidad y calidad de información.
Gracias a esto las compañías han modificado sustancialmente sus disposiciones organizativas, la articulación de sus procesos, y pueden obtener un grado de información para la formulación de sus estrategias difícil de imaginar hace quince o veinte años. Además, se ha hecho posible que esa información fluya, con las debidas cautelas, a plataformas de información externas, aumentando de forma considerable su grado de disponibilidad.
Podemos ver cómo la obligación de proporcionar información sobre el cumplimiento de los deberes societarios y con el mercado por parte de las sociedades cotizadas viene reafirmada en los últimos años por la importancia de establecer un mayor grado de transparencia. En este contexto vemos como los deberes de difusión de la información por vía telemática que, debido a la legislación, se establecen para las mayores empresas de nuestro país se complementan con el ejercicio de las facultades de informarse que tienen los accionistas como tales.
Dentro de este marco, el papel de Internet es clave, constituyendo una plataforma crucial para establecer una comunicación eficaz entre los accionistas y el gobierno de la sociedad y viceversa. Lleva a una mejora ya en la comunicación interna de la compañía entre los administradores y sus ejecutivos, facilitándose también el conocimiento de los contenidos de las reuniones, la votación y confirmación a distancia en ellas. Se aporta adicionalmente un sistema flexible para la acción y reacción en las diversas situaciones que puedan acontecer y que afecten al desarrollo del negocio. De esta forma mejora significativamente el gobierno corporativo de la sociedad.
Comunicar, establecer un contacto más fluido entre los accionistas, con independencia de su peso el capital social, se vislumbra como una realidad factible y poco costosa. Por tanto, organizar y aportar nuevas ideas, discrepancias u orientaciones en el voto de cara a las juntas, o impugnar acuerdos pasan a ser opciones deseables para cada uno de los accionistas, especialmente los minoritarios.
La normativa española, mediante la Ley Financiera y las circulares de la CNMV ha apostado por reforzar las condiciones de protección a los clientes en la comunicación y transparencia de la información, incentivando el uso de Internet como canal de comunicación corporativo. Además de adaptar sus páginas web a esta normativa se ha dispuesto que la información necesaria para accionista e inversores esté a no menos de tres pasos, de tres clicks de la página de inicio. La estructuración y jerarquización de sus contenidos es un objetivo también prioritario para facilitar toda la información.
La necesidad de transparencia de la que venimos hablando debe centrarse en proporcionar toda la información financiera y no financiera que sea relevante en la vida de la compañía. Por su parte, la rendición efectiva de cuentas busca que los directivos sean supervisados correctamente en el ejercicio de sus funciones y, en su caso, removidos de sus posiciones y reemplazados por independientes. El propósito de la imparcialidad en cambio, busca que exista un trato equitativo para todos los inversores, mientras que la responsabilidad alude a la necesidad de asegurar que se cumple un rol acertado dentro del conjunto de la sociedad.
En el Informe del Grupo Especial de Trabajo sobre Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas, aprobado en mayo de 2006 por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y que es generalmente conocido como Código Conthe, se consolidan todas estas tendencias comentadas. En el ámbito de la transparencia, considera que se requiere de las sociedades que hagan pública, mediante su página web, más información actualizada sobre sus consejeros. En concreto, se pide describir un perfil profesional y biográfico; señalar otros consejos de administración a los que pertenezca, y, si son dominicales, el accionista al que representen o con quien tengan vínculos; la fecha de su primer nombramiento como consejero y las acciones y opciones que posea sobre la sociedad. Desde el punto de vista de los accionistas, el señalado informe recomienda al Gobierno que estudie posibles mecanismos que faciliten la coordinación entre los pequeños accionistas de las sociedades cotizadas, con el fin de darles más voz en la Junta General y facilitarles el ejercicio de los derechos de minoría, que reconoce la legislación.
Creemos firmemente que estamos presenciando, y moldeando a la vez, una nueva realidad, sin precedentes, en el plano del poder económico-empresarial; una nueva era del capitalismo y de la relación de las compañías con sus accionistas: los propietarios de la empresa, la cual está determinada y condicionada por los profundos cambios sociales que los avances tecnológicos nos han traído. En este orden de cosas las cuestiones de las que venimos hablando: derechos político de los accionistas derivados de su participación en el capital social, información, transparencia, o buen gobierno corporativo, adquieren toda una nueva dimensión, y porque creemos esto invitamos a los accionistas a tomar conciencia de ello y participar activamente en la defensa de sus legítimos derechos.