Excelentísimo Señor Rector Magnífico de la Universidad Internacional de Valencia, Sr. Secretario de Estado de Justicia, Presidente de la Real Academia de Doctores, Presidente Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Presidente de la Comunidad Judía de Madrid, Decana del Colegio de Abogados de Madrid, Decano del Colegio de Abogados de Valencia, Diputados, Senados, Autoridades que hoy nos acompañan, Señoras y Señores.

Para quienes, como es mi caso, mantenemos una vocación universitaria desde la juventud, ser investido Doctor Honoris Causa supone siempre un honor muy alejado de la percepción de los propios méritos. Quiero, por eso, comenzar agradeciendo esta distinción a todas las autoridades académicas de esta Universidad, representadas por su Rector Magnífico. Pero debo también confesarles con sinceridad que, si algún mérito han encontrado en mi trayectoria, se trata en todo caso de un mérito compartido con muchas personas que la han acompañado: mi familia y amigos; mi maestro alemán, Reiner Arnold y todos los compañeros de mis años de academia; mis compañeros de ejercicio profesional de la abogacía y, muy especialmente, mi maestro español, Antonio Torres del Moral.

Él es responsable de lo bueno que pueda haber aportado desde el punto de vista académico al Derecho Constitucional y de animarme a ser fiel a mi vocación jurídica a través de la abogacía. Si hoy no pueden ser testigos de su rigurosidad por las amables palabras que ha pronunciado hoy sobre mí, habrán comprendido la altura de su talante humano que es capaz de engrandecer a los amigos a la medida de su noble corazón. Su maestría es un privilegio para quienes tenemos la fortuna de poder llamarnos de alguna forma discípulos suyos. Contar hoy con su presencia y ánimo es uno de los motivos de especial satisfacción para mí del día de hoy.

Un día que trae a mi memoria aquel acto llamado “ Rigurosum” que en 1992 la Universidad de Regensburg, Alemania, me acogió entre sus doctores en Derecho. Entonces fue la culminación de una preparación académica. Entonces creía que dedicaría mi vida a la carrera académica. Hoy, 21 años después, recibo esta distinción de la Universidad Internacional de Valencia no como culminación de nada, sino como la confirmación de que la vocación del jurista no se limita al mundo académico sino que engloba la práctica profesional. Lo que el maestro D’Ors llamaba “el trabajo de la Justicia”.

De acuerdo