Hoy podemos hablar de una segunda Internet, Web 2.0: un sistema interactivo, que sirve no sólo para leer, sino también para escribir; una carretera de doble dirección o más bien de múltiples direcciones que, necesariamente, tiene que tener en cuenta la diversidad no ya del público al que se dirige, sino de los sujetos que lo protagonizan. Esto no significa exactamente la fragmentación de la primera red, sino su articulación: es un sistema más organizado, más complejo, condicionado por las exigencias de un planeta que no es, por muchas ilusiones que nos hagamos, una aldea. Existen poderes soberanos que ponen condiciones al desarrollo de Internet so capa de intereses culturales (como sucede en Europa); dictaduras que ejercen una censura poderosa y sofisticada (como es el caso de China e Irán); empresas que gracias a Internet simplifican los procedimientos de venta (Amazon para los libros, eBay para mil cosas más, Dell para los ordenadores), que distribuyen sus productos en la red (así las empresas de software, las productoras de música y de vídeo), y nuevas empresas cuyo producto se agota en la red: empresas de servicios de Internet como Google que, comenzando por el servicio más elemental —la búsqueda— ha ido incorporando muchos otros.
En efecto, el fenómeno de la colaboración en red y de la información compartida y no simplemente arrojada a una mesa de lectura colectiva ha llevado a que se hable de una segunda generación de servicios en Internet, llamada Web 2.0, expresión popularizada después de unas conferencias organizadas en octubre de 2004 por O’Reilly Media y MediaLive. En contraste con la primera generación, Web 2.0 no se sirve principalmente de páginas estáticas (páginas de texto en formato HTML), sino de aplicaciones que actúan en línea y son semejantes a las instaladas en los ordenadores (en ciertos casos, se requiere instalarlas, en un proceso cada vez más simplificado, que ya no exige modificaciones en el sistema del ordenador, lo que podría hacer que quedaran bloqueadas). Estas aplicaciones suelen utilizar combinaciones de técnicas inventadas a fines de los 90, como el servicio de publicación en la web API (creado en 1998), Ajax (de 1998) y la sindicación (web syndication, 1997). Se crean así publicaciones con un número de colaboradores “masivo” (por lo que se les llama software social basado en la red: web-based social software): se trata de los blogs y las wikis (enciclopedias).
El significado de Web 2.0 es cambiante, en la medida en que se aplica casi a todas las novedades de la red, como los tags y podcasts. Mientras que la palabra tag (categoría) se usaba antes para designar la categorización que el propio creador escribía en sus páginas de Internet, en este caso se trata de una categorización social: es decir, de los elementos que, en una página web, permiten que sea el usuario —ya escriba o sólo visite la página— quien catalogue y califique la página. A su vez, el término podcast (o podcasting) se refiere a la transmisión a múltiples destinatarios de contenidos multimedia (música y vídeo) en nuevos formatos (RSS o Atom syndication, por ahora), que pueden ser guardados en un aparato (podcast) y luego en el ordenador, o bien oídos o vistos en línea. Volveré sobre el asunto al tratar de la música.
Sin pretender hacer un elenco exhaustivo, veamos algunas de las aplicaciones que ofrece esta nueva red que llamamos Web 2.0 para usuarios de habla española: buscadores de blogs, como Agregax (www.agregax.es); listas de distribución de SMS, como Alistados (www.alistados.net); portales de weblogs, como Bitácoras (www.bitacoras.com), Blogalia (www.blogalia.com), OboLog (www.obolog.com) o La Coctelera (www.lacoctelera.com); agregadores de noticias, como BlaBlaBlog (www.blablablog.es); alojamientos de blogs, como herramientas de análisis de la blogosfera, como Bloginfluence (www.bloginfluence.net) o Compare Blogs (www.compareblogs.com); redes sociales culturales, como Dejaboo (www.dejaboo.net); de anuncios y mensajes personales, como Dilo Ya! (www.diloya.com); de promoción social de noticias y recursos educativos, como Docencia (www.docencia.es); redes sociales de profesionales, como eConozco (www.econozco.com); anuncios de eventos, como Eventtos (www.eventtos.com); lectores de fuentes RSS (Rich Site Summary, uno de los formatos de fuentes XML —eXtensible Markup Language, lenguaje de marcado extensible— que permiten compartir la información y usarla en otros sitios web), como Feedness (www.feedness.com), Rezzibo (www.rezzibo.com) o RSSFácil (www.rssfacil.net); redes sociales basadas en móviles, como Festuc (www.festuc.com); de promoción social de noticias sobre tecnología, como Fresqui (www.fresqui.com) o Populicias (www.populicias.com); redes sociales informales, como Gazzag (www.gazzag.com); portales inmobiliarios, como Geoviviendas (www.geoviviendas.com); servicios de agregadores temáticos, como LastinfOO (www.lastinfoo.es); redes de promoción social de enlaces, como Menéame (www.meneame.net); generadores de nubes basadas en etiquetas como SkyBlog (www.skyblog.es) o Sopa Sabrosa (www.sopasabrosa.com.ar); etiquetados sociales de lugares, como Tagzania (www.tagzania.com); anuncios clasificados, como The Ad Cloud (www.theadcloud.com), etc.
Lo anterior puede servir como descripción de las herramientas que se utilizan en la Web 2.0. Pero es preciso preguntarse para qué sirven. Uno de los creadores del concepto de Web 2.0, Tim O’Reilly, la define como un ecosistema de tecnologías con tres principios fundamentales:
1.- La innovación no viene de arriba, sino de la base. Son los usuarios de la Red los que proponen e introducen modificaciones y cambios paulatinos.
2.- El valor no reside en la posesión de algo, sino en el conocimiento y la experiencia. Aparece una nueva forma de consumo en la que los clientes forjan e indican de manera comunitaria lo que desean consumir.
3.- El poder pasa paulatinamente de las instituciones a las comunidades. Los internautas desafían a las estructuras establecidas, a los gobiernos y a las empresas. Las marcas empiezan a perder poder en cuanto las comunidades detectan productos y servicios más prácticos o más baratos.
Saber es poder, y compartir saber aumenta las potencialidades. El poder inicialmente desparramado en Internet se va embalsando, pero no tiende a concentrarse en un monopolio, como algunos pensaban no hace muchos años.