Los nuevos muros digitales que las dictaduras están levantando no serían posibles, sin embargo, sin la colaboración, o por lo menos, la pasividad, de los Estados y las corporaciones occidentales. Varios grupos de defensa de la libertad de prensa en Internet han denunciado que MSN Spaces, servidor de blogs de Microsoft, ha censurado el del periodista chino Michael Anti, uno de los más prestigiosos e influyentes de China. Michael Anti (cuyo verdadero nombre es Zhao Jing), fue jurado en los premios «Deutsche Welle» a los mejores «blogs» mundiales del 2005, y su bitácora es considerada por la prensa china y extranjera como una fuente esencial para conocer la actualidad del país, donde la censura en la red es cada vez mayor. Sus informaciones sobre las protestas de Dongzhou en diciembre (en las que la policía china mató al menos a tres manifestantes) o su apoyo a la reciente huelga de periodistas de un diario de Pekín parecen haber sido las principales causas del bloqueo de su bitácora.

MSN, como otros muchos servidores con operaciones en China ejercen diferentes tipos de censura en el país asiático, por orden gubernamental, con medidas como no permitir la publicación de textos que contengan palabras como «masacre de Tiananmen» o «Falun Gong». China es el segundo país del mundo en número de internautas, y el fenómeno de los blogs, aunque más tarde que el resto del mundo, también ha triunfado, permitiendo unos niveles de discusión y análisis políticos nunca antes vistos en los medios de comunicación del país.

 

Otras multinacionales también tuvieron que ceder a las leyes censoras del Gobierno de China, caso de Yahoo, que el pasado año dio a Pekín información confidencial de uno de sus usuarios de correo, el periodista Shi Tao, lo que permitió su posterior detención por haber difundido información «secreta» a la prensa extranjera.

 

También Google empezó censurando su versión en chino en su herramienta Google News, para plegarse después a las presiones del gobierno chino para recortar la libertad de expresión. Buena parte de las informaciones relacionadas con el Tibet o con los derechos humanos dejarán de ser accesibles desde la versión china del buscador Google. Reporteros Sin Fronteras (RSF) ha criticado duramente la decisión del principal motor de búsqueda en Internet de colaborar con el Gobierno chino.

 

La explicación de Google de que no tiene más remedio que aceptar las leyes locales de China no convence a RSF. “La libertad de expresión no es un principio accesorio que puede dejarse a un lado cuando se opera en una dictadura”. Para Google, es mejor filtrar la información que dejar de proporcionarla a los internautas chinos. Aunque filtrar la información va en contra de sus principios, afirman que peor sería no proporcionar ninguna información a los internautas chinos.

 

Una iniciativa legislativa norteamericana, “Global Online Freedom Act”, nacida en 2006, pretende precisamente, obligar a las empresas norteamericanas a promover la libertad en Internet globalmente. El proyecto de ley establece como política de los Estados Unidos la promoción de la libertad de expresión y el intercambio de información, lo cual incluye “prohibir a cualquier empresa de los Estados Unidos la cooperación con las autoridades de los países con Internet restringido en orden a la censura de los contenido online”. Propone, para ello, medidas como:

·Encargar un Informe Anual de Prácticas relativas a los Derechos Humanos por países

·Establecer la Oficina de la Libertad Global de Internet

·Elaborar un Informe Anual de Países que restringen Internet

Además, propone una serie de estándares corporativos mínimos para la Libertad Online, entre los que destaca la protección de los motores de búsqueda y los servicios de contenido, que no podrán estar localizadas en países que restrinjan la libertad en Internet, ni podrán alterar o filtrar los resultados de las búsquedas a resultas de la intervención de las autoridades de esos países. Por otra parte, obliga a las compañías a  proveer a la Oficina de la Libertad Global en Internet con las listas de los términos que las autoridades de esos países pretendan bloquear.

 

La Global Online Freedom Act parece una loable iniciativa. Pero no conviene olvidar que las amenazas más serias a la libertad de expresión en el entorno digital son las que actúan en el interior del sistema. Prueba de ello es que, mientras se tramita esta ley y se acusa a Google de colaboración con la censura china, el Departamento de Justicia norteamericano pidió a los tribunales que obligaran, bajo pena, a Google a facilitar información sobre los usuarios que buscan determinadas palabras. La empresa norteamericana se negó. Entre las razones que dio Google para no proporcionar los datos al Departamento de Justicia está que esa acción dañaría su negocio ya que fomentaría la idea, la percepción de que la información del usuario no se trata con el máximo cuidado y discreción. Como se benefician de su rol como puerta de entrada al ciberespacio y guardianes de la información personal, las compañías saben que deben ser depositarios de información en los que merece la pena confiar. Los usuarios no esperan menos de ellas.

 

‘Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír’. Estas palabras de George Orwell en el prólogo de su libro ‘Rebelión en la granja’, titulado «La libertad de prensa», han sido utilizadas durante años por los defensores a ultranza de la libertad de expresión. Y son ciertas hasta cierto punto. Hay delimitaciones en el derecho a la libertad de expresión en la teoría y en la práctica de control que ejercen los Estados y los propios informadores. Pero no podemos negar que estas libertades son esenciales para el funcionamiento de la sociedad y que es necesario preservar de alguna manera el poder que los ciudadanos han recuperado en este ámbito con ayuda de las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones. Porque este poder les facilita su libertad.

De acuerdo