Hoy más que nunca debemos recordar “la paz es el respeto al derecho ajeno”, como diría el presidente Benito Juárez. Con razón afirmó Alexander Solzhenitsyn que “El imperio de la ley es el fruto más refinado, frágil y tardío, que ha creado la civilización para garantizar la defensa de la dignidad del ser humano”.

Hoy vivimos tiempos difíciles. El imperio de la ley está bajo asedio. El Estado de Derecho siempre está en peligro. El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente, como dijo Lord Acton.

El vacío de poder nunca existe. El ejercicio del poder se debate entre dos extremos: el imperio de la ley, por una parte, o el imperio de la fuerza, por la otra.

Desde la antigüedad, Aristóteles afirmó que, como si se tratase de una ley de la naturaleza, el poder tiende a perpetuarse y luego a corromperse.

Marco Tulio Cicerón dedicó su existencia a luchar contra los tres grandes peligros que rodean el ejercicio de cualquier autoridad: 1) el abuso de poder (Filípicas), 2) la corrupción (Berridas), y 3) el populismo (Catilinarias). Hoy estos desafíos persisten.

Da igual dónde dirija uno la mirada. Desde Ucrania a Venezuela, pasando por Medio Oriente, Nicaragua, y tantos otros lugares en los que el Estado de Derecho está amenazado o suprimido, como lo está la libertad de los ciudadanos. Incluso las democracias más consolidadas, como Estados Unidos o Reino Unido, no se han librado del virus del populismo, la corrupción o el abuso de poder.

Cada vez más se alzan voces que buscan la destrucción de la democracia por todos los medios incluidas, por paradójico que resulte, las herramientas ofrecidas por la propia democracia. El imperio de la ley no tiene un código genético de autoprotección. Nos corresponde a nosotros defenderlo. De lo contrario, en una o dos generaciones, como ha sucedido tristemente en muchos países, el imperio de la ley se marchita y muere.

Como nos enseña la historia, y recordó la presidenta de la Comisión Europea Úrsula von der Leyen cuando recibió el pasado año en la sede principal de Naciones Unidas 2 en NY el World Peace & Liberty Award concedido por la World Jurist Association, considerado el Nobel del Derecho, «sin respeto a las leyes no hay coexistencia ni democracia, sino inseguridad y arbitrariedad”.

De esta forma, la presidenta de la Comisión Europea sintetizó en palabras muy claras lo que ha también sido el compromiso fundacional de la World Jurist Association (WJA), que en sus más de 60 años ha trabajado por la defensa global del Imperio de la ley. Y lo ha hecho con el apoyo de personalidades como Earl Warren, Presidente de la Suprema Corte de los Estados Unidos, Sir Winston Churchill, Nelson Mandela, Rene Cassin, redactor principal de la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Charles Rhyne, Presidente de la American Bar Association (ABA), Ruth Bader Ginsburg, Justice de la Suprema Corte de los Estados Unidos, o la propia Ursula von der Leyen, Presidenta de la Comisión Europea, entre muchas otras figuras globales que han defendido y promovido el Estado de Derecho en el mundo y que han impulsado la labor de la World Jurist Association.

El imperio de la ley es la única alternativa civilizada al imperio de la fuerza. Solo bajo el gobierno de las leyes, puede el ser humano vivir en paz y en libertad. Si no nos sometemos al Derecho, la ley del más fuerte, las fauces del totalitarismo acechan y amenazan con devorar la libertad y la convivencia. El populismo, la corrupción y el abuso de poder son males arraigados que históricamente ponen en peligro la dignidad de las personas. El Imperio de la Ley vincula, obliga al poder del Estado, al respeto de la dignidad humana, de la libertad y de la democracia. La moneda que usan los tiranos, es la de la vida, la integridad y la felicidad de sus conciudadanos. El imperio de los hombres, de unos pocos hombres, trabaja día y noche y siempre representa una amenaza frente al imperio de las leyes, que es donde pueden habitar la dignidad, la libertad, la igualdad de cada persona.

“El imperio de la ley no lo puede todo, pero sin él, nada bueno se ha logrado”, como recordó S.M. el Rey de España, Felipe VI, cuando recibió el máximo galardón que concede la World Jurist Association. John Locke dejó escrito que: “El fin de la ley no es abolir o restringir, sino preservar y ampliar la libertad. (…) Donde no hay ley, no hay libertad”. Este es el grito que queremos llevar a todo el mundo, el sagrado deber de todos los que nos dedicamos al Derecho. Y por eso estamos aquí. Sin Estado de Derecho no hay libertad.

Europa logró resurgir sobre los pilares del Estado de Derecho. El 14 de julio de 1946, en Metz, Winston Churchill, en compañía de Robert Schuman, esbozó la visión de una Europa unida por los principios del Imperio de la Ley, con el objetivo de garantizar una cooperación equitativa y una reconstrucción duradera. Esta visión superó las heridas de dos devastadoras guerras fratricidas fomentadas por el nacionalismo de la época, allanando el camino para la creación de nuevas instituciones al servicio de los ciudadanos y de lo que les une. Figuras destacadas como Schuman, Adenauer, De Gaspari, Monnet y muchos otros, trabajaron incansablemente para promover el período más próspero de paz y prosperidad en la historia de Europa. Un período de unidad regido por el imperio de la ley, frente al imperio de la fuerza.

Javier Cremades, presidente de Cremades & Calvo-Sotelo

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