Sin derecho no puede haber democracia y la única alternativa es la dictadura

Recientemente se celebraba en República Dominicana el World Law Congress 2025, que contó con la participación de más de 300 ponentes procedentes de más de 70 países y fue clausurado por el Rey de España, Felipe VI. Un encuentro que, a lo largo de sus 29 ediciones, ha pretendido reivindicar el valor social del Derecho y su papel fundamental para el bien común. Un papel que abogados, fiscales, jueces, notarios, registradores, y todos los juristas en general, creo que tradicionalmente no hemos sido capaces de contar de una forma atractiva o suficientemente seductora y convincente.

Hacerlo, hacer comprender a los ciudadanos, y especialmente a los jóvenes, que el derecho es mucho más que un medio de vida para los profesionales que nos dedicamos a él. Algo que debe ser valorado, defendido, querido y protegido, me parece un reto fundamental. Y más fundamental si cabe en un contexto como el actual en el que en el que, incluso dentro de las sociedades democráticas, es lugar común relativizar la importancia de la ley, los ataques a la justicia se suceden y cunde en definitiva la percepción de que hay cosas que son más importantes y que deben estar por encima de la seguridad jurídica.

Sin derecho no puede haber democracia y la única alternativa al derecho es la dictadura. La paz sólo puede realizarse a través del derecho, y la alternativa a la derecho es la fuerza y la violencia. Sin derecho no puede haber ningún tipo de libertad, ni de empresa, ni de opinión, ni de expresión, y la alternativa al derecho es el totalitarismo. Sin derecho tampoco puede haber igualdad, empezando por su forma más básica, que es la igualdad ante la ley, y por tanto la única alternativa al derecho es el nepotismo, la discriminación, la distancia social y la pobreza. Sin derecho no hay la seguridad jurídica que favorece el emprendimiento, y, en consecuencia, la única alternativa económica al derecho es el colectivismo y la planificación.

En definitiva, el derecho es el medio fundamental a través del cual todos los grandes fines son posibles. No se puede defender ni la libertad, ni la democracia, ni el emprendimiento y la prosperidad económica, ni la igualdad, ni el pluralismo, ni siquiera la dignidad de las personas sin defender al mismo tiempo el derecho. Y quien asegura hacerlo, quien promueve la idea de que es posible alcanzar esos fines no a través de la ley sino de otros medios, bien puede estar seguro el ciudadano de que los propósitos que le mueven no son los que asegura, sino sus opuestos.

Por eso dedicarse al derecho es una gran cosa. Y es hora de que los que nos dedicamos al mismo lo digamos y proclamemos la altura que merece nuestra ocupación. Porque defender el derecho no es solo defendernos. Es defender todo lo que más importa para nuestra vida pública y privada y para la de nuestros hijos. Es defender que nuestros hijos puedan ir a votar y expresarse libremente, criticar a las autoridades, no ser detenidos sin motivos legales acreditados ante un juez, que no sean discriminados por ningún motivo, que puedan pensar como quieran y elegir la profesión que quieran y tengan la oportunidad de emprender cualquier proyecto que coincida con sus intereses, y miles de cosas que damos por sentadas en las sociedades avanzadas y que no deberíamos darlas por sentadas porque no son ningún milagro ni privilegio que nos ha sido graciosamente concedido sino el resultado esforzado de la instauración y de la aplicación y defensa del imperio de la ley.

Dándole la vuelta a la máxima latina si vis pacem, para bellum, lo que las nuevas generaciones deben asumir es que, si quieren paz, democracia, libertad e igualdad, lo que deben seguir potenciando, defendiendo y mejorando es el derecho. Porque solo a través del derecho y de sus instituciones podremos mejorar el mundo y la vida de las personas. La alternativa al derecho es violencia, guerras, violación de la dignidad humana, totalitarismo, privación de la libertad y una enorme desigualdad.

De acuerdo